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Benz Motorwagen 1886, el primer auto de la historia

Esta es la historia del un emblemático viaje del Triciclo de Karl Benz, el origen de toda una revolución cultural y de la mítica Mercedes - Benz.

Benz Motorwagen 1886, el primer auto de la historia

El triciclo de Karl Benz
¡Así empezó todo!

En el mes de enero de 1886, Karl Benz solicita una patente para su extraño invento, una pequeña calesa de tres llantas que no necesitaba un caballo para poder moverse. Específicamente, un 29 de enero, es cuando la patente es otorgada y así el nacimiento del automóvil en Alemania.

Karl Benz, como buen inventor, era un hombre tímido y quizás estaba un poco cohibido con la poca atención comercial que su maquina había tenido. Bertha, su esposa, se dio cuenta de esto y decidió probarle al mismo Karl, y al mundo entero, que el Motorwagen era una solución viable de transporte sin caballos.

Bertha sigilosamente “hurtó” el invento de su marido y emprendió un recorrido rural de 90 kilómetros desde Mannheim a su ciudad natal Pforzheim con el pretexto de visitar a su madre. Realizó esta histórica travesía en compañía de sus hijos adolecentes Egene y Richard.

El viaje empezó en la mañana del 5 de agosto de 1888 -dos años después de que le otorgaran la patente al triciclo inventado por su marido, ese es un día histórico ya que el apellido Benz empezaría a forjarse un respetado lugar en la industria automotriz mundial (el nombre de Mercedes nada tiene que ver con la familia de Karl y ese es tema para otra interesante historia).

Bertha y sus hijos dejaron una nota a Karl diciéndole: “empiezan las vacaciones y vamos a ver a la abuela”. Lo que no escribieron en la nota es que el viaje lo harían en el triciclo motorizado que él había inventado.

Uno de los primeros contratiempos a los que se enfrentaron fue el desconocimiento de la ruta directa hacia el pueblo de la abuela. El trayecto era conocido, pero siempre iban en tren, así que decidieron ir de pueblo en pueblo siguiendo la ruta del ferrocarril. Cuando solucionaron el tema de la ruta se percataron de otro problema, el triciclo no tenía tanque de combustible y sólo almacenaba 4.5 litros de un combustible muy común en esa época llamado “Ligorín”, usado en lámparas y que se vendía en las boticas locales.

La primera botica que encontraron los Benz fue en la localidad de Wiesloch, donde cargaron combustible. Como mero dato cultural, ese establecimiento aún existe y ostenta una placa que lo cataloga como la primera estación de combustible del mundo. Así, Bertha y sus hijos empezaron a escribir la  historia del automóvil sin darse cuenta.

La ruta les presentaba problema tras problema, cuando no se tapaba la línea de combustible, el motor se calentaba o los rudimentarios frenos se desgastaban. Bertha se las ingenió y uno a uno solucionaba cada uno de ellos. La obstrucción de la línea de “ligorin” la destapó con el alfiler de su sombrero, mientras el calentamiento era solucionado con agua de los cafés y tabernas de los pueblos por los que pasaba o si el calentamiento se presentaba en una zona despoblada, simplemente enfriaba el motor con lodo del camino. Los frenos fueron arreglados por un zapatero y cuando el camino se tornaba difícil, la familia empujaba el triciclo de 360 kilos.

En la última etapa del camino, Bertha decidió enviar un telegrama a su afligido marido que decía textual: “tomamos el automóvil, hemos llegado seguros a Bruchsal”. Después de recibir un poco de ayuda, continuaron a paso constante hacia Pforzheim. La agotada familia Benz llegó tarde al pueblo de la abuela y una vez allí, Bertha contactó nuevamente vía telegrama, a su marido para informarle que habían llegado “sanos y salvos”.

Seguramente Karl Benz aún no se reponía del asombro cuando su familia se disponía a emprender el regreso a casa dos días más tarde de su problemático arribo. El viaje de vuelta fue menos complicado ya que Bertha y su púberes engendros ya sabían lo que les esperaba. Así es que con los mismos ánimos y algunas provisiones emprendieron el regreso pasando solo por cuatro pueblos: Bretten, Bruchsal, Hockenheim y Schwetzingen.

Sólo 180 kilómetros bastaron para que la historia del Motorwagen de Benz se escribiera y gracias a los comentarios de Bertha, el sucesor del Motorwagen fue mejorado. Se le adicionó una caja de cambios de tres velocidades y el rudimentario sistema de frenos fue sustituido por uno más eficiente.

El vehículo que Bertha condujo era rudimentario, pero demostró ser confiable. La apariencia básica era la de una calesa tirada por caballos, el eje trasero trasmitía la fuerza motriz y el eje delantero, de una sola rueda, daba dirección mediante una manivela que accionaba una cremallera. El motor era de un solo cilindro de 462cm3 que entregaba 1.1 caballos de vapor y la velocidad máxima era de 18 km/h.

Así Bertha y sus hijos ayudaron a que el invento de Karl fuera más conocido, ya que la hazaña de la joven mujer poco a poco se fue conociendo y los pedidos de un “artefacto” similar empezaron a llegar.