
En 2008, Singapur estrenaba su primer Gran Premio de Fórmula 1 nocturno. El trazado iluminado por 1.600 focos prometía ser un símbolo de modernidad, pero terminó convertido en el escenario de una conspiración que todavía hoy se recuerda con asombro y rabia.
Flavio Briatore, por entonces director de Renault, orquestó junto a Pat Symonds lo que se conocería como Crashgate, el fraude más famoso de la máxima categoría. Diecisiete años después, el italiano vuelve al mismo paddock, ya no como proscripto, sino como figura central del equipo Alpine.
LA JUGADA QUE ALTERÓ LA HISTORIA
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En la vuelta 14 de la carrera, Nelson Piquet Jr. se estrelló deliberadamente contra el muro en la curva 17 del circuito callejero de Marina Bay. El accidente provocó la salida del safety car y permitió que su compañero Fernando Alonso, que había parado en boxes apenas dos giros antes, escalara hasta una victoria impensada. Para muchos, fue el triunfo más turbio de la F1 moderna.
Lo que parecía un simple incidente se transformó en una bomba de tiempo. Recién en 2009, tras la salida de Piquet del equipo, el brasileño denunció el plan y reveló que la orden había venido de la cúpula de la escudería francesa. La Federación Internacional del Automóvil investigó y confirmó el complot.
EL CAMPEONATO QUE CAMBIÓ DE DUEÑO
Foto: Mark Thompson/Getty Images/Red Bull Content Pool.
El impacto del Crashgate fue mucho más allá de aquella noche en Marina Bay. Según afirmó Bernie Ecclestone, por aquellos años mandamás de la categoría, la FIA tenía pruebas suficientes para anular la carrera. De haber ocurrido, Felipe Massa se habría consagrado campeón del mundo. “Hoy todavía me da pena Massa. Fue engañado y no se llevó el título que merecía, mientras que Hamilton tuvo toda la suerte del mundo”, confesó Ecclestone en diálogo con F1-Insider en 2023.
Massa, que había largado desde la pole en aquella carrera, no sólo se vio perjudicado por el choque, sino también por una torpe parada en boxes, donde partió cuando aún tenía la manguera insertada en su estanque, debiendo parar al final de calle de boxes. Cuando se reincorporó a la carrera estaba a la cola de todos (acabó 13°). Esto permitió que Lewis Hamilton trepara al tercer lugar, por detrás de Alonso y Nico Rosberg.
El brasileño de Ferrari perdió el campeonato por un solo punto frente a Hamilton (McLaren), que se convirtió en el campeón más joven de la historia en aquel entonces. Un giro del destino que cambió no solo la trayectoria de dos pilotos, sino el relato completo de una era.
Massa nunca aceptó resignado aquel 2008. El brasileño, que perdió el campeonato por un punto, inició tras la confesión de Ecclestone una batalla legal para que la FIA reconociera que el Crashgate adulteró la legitimidad del título.
Respaldado por las confesiones tardías de Ecclestone y las pruebas que demostraban que la carrera de Singapur debió anularse, Massa presentó demandas en distintos tribunales, con el objetivo de que se reescriba la historia y se le otorgue el campeonato que considera suyo. “Me engañaron, me quitaron algo que hice en pista y que merecía”, repitió una y otra vez, convirtiéndose en el emblema de la lucha contra las decisiones políticas y el silencio cómplice que la F1 prefirió sostener durante años.
LA CAÍDA Y RESURRECCIÓN DE BRIATORE
La sanción inicial fue ejemplar: Briatore y Symonds fueron expulsados de por vida de la Fórmula 1. Sin embargo, el 5 de enero de 2010 el Gran Tribunal de París anuló el castigo, señalando irregularidades en el proceso y la influencia del presidente de la FIA, Max Mosley, enemigo declarado del italiano. El fallo abrió la puerta a su resurrección.
Briatore volvió poco a poco a escena, primero como figura de la noche europea, luego como asesor en movimientos de mercado, hasta que Alpine lo reinsertó de manera oficial en 2024. Su nombre volvió a aparecer en comunicados oficiales, como si el escándalo jamás hubiera existido.
Pese al paso del tiempo, el Crashgate es una cicatriz que no sana: cada vez que las luces se encienden en Marina Bay, el recuerdo de aquel choque intencional vuelve a iluminarse. La Fórmula 1 ha cambiado, pero esa noche de 2008 sigue siendo la advertencia más clara de lo que ocurre cuando el límite del deporte se cruza deliberadamente.