La industria automotriz china da para todo. Una de las polémicas más comentadas es la relacionada al plagio de diseño sufrido por el citycar Smart, de propiedad de la alemana Daimler-Benz.
Aseguran que el responsable de la marca sólo se enteró através de la prensa alemana. Hoy se sabe que estudian demandar al fabricante chino. Si no lo evitan, pronto -a principios de septiembre- podría estar enfrentándose cara a cara, en el Salón de Frankfurt. Allí, en su propio terreno y como diciendo, aquí no ha pasado nada.
El HouYun Electromobile, de Shandong Huoyun, se parece a un Smart Fortwo, pero tiene capacidad para cuatro personas. Además, lleva un motor eléctrico con autonomía de 120 kilómetros y capaz de alcanzar una velocidad máxima de 50 km/h.
La pregunta que viene. ¿Tiene sentido enfrentar vía tribunales la piratería de diseño? Según expertos en la industria automotriz, es difícil. China ha recorrido un corto camino en la rueda del capitalismo puro. Sus puertas se abrieron sólo a partir del año 2001, y en concreto, aún no existe jurisprudencia respecto de leyes que protejan la propiedad intelectual o defensa ante el plagio.
Antecedentes hay varios. Toyota demandó a Delhi por plagio de logo. Al final, los tribunales chinos concluyeron que el parecido entre ambos no llevaba a confusión alguna. A esto se suman una serie de diseño de vehículos plagiados -Leer nota relacionada- que han corrido la misma suerte.
Tema que nos tocará de cerca, cuando el próximo martes 28 de agosto se lance en Chile la marca Chery, y se inicie la comercialización de los IQ y Tiggo, clones de los Chevrolet Spark y Toyota Rav4 de la anterior generación, respectivamente.
Agregar que en China, la ventaja en ventas del IQ (QQ en China) sobre el Spark es de 3 a 1; nada raro si la diferencia de precios es de casi $1.500.000.
¿Te parece legítima la guerra de los clones que desató la industria automotriz china?. Opinar
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