En 1982 comenzó a escribirse el diario de vida del Opel Corsa, un hatchback mediano inserto en el segmento B, que llegó para reemplazar a una de esas grandes celebridades que ha producido la firma alemana: el Kadett. En 37 años de presencia, tiempo en el que han desfilado seis generaciones, se han vendido más de 13,7 millones de unidades en el mundo; su condición de automóvil global le otorga una enorme ventaja.
El punto de inflexión no solo para el Corsa, sino que para Opel en su totalidad, se produjo en 2017, cuando la casa del blitz pasó a formar parte del grupo francés PSA, convirtiéndose así en compañera de las marcas Citroën, Peugeot y DS. Ese cambio de manos fue beneficioso para la decaída Opel, porque a su entera disposición quedó una atestada bodega tecnológica que le permitió actualizar sus plataformas, trenes motrices e incluso el catálogo de ayudas electrónicas; y como consecuencia el Corsa recibió una generosa dote.
Las fundaciones del Peugeot 208 hicieron de lienzo para la creación de este nuevo Corsa, una plataforma denominada CMP (Common Modular Platform) y que por razones lógicas también utiliza el Citroën C3. En este caso puntual, el motor es un turbodiésel de 1.5 litros que produce 102 Hp y 250 Nm de torque, un bloque bastante conocido en el ámbito internacional porque en el feudo del león se le denomina BlueHDi 100; por estos detalles es que Opel agradece estar sostenido por las cálidas manos del grupo PSA.
Una transmisión mecánica de seis velocidades nos permite sacarle trote al mentado motor, un grupo de desarrollos que magnifican las entregas de potencia y torque, sobre todo de esto último, un mecanismo cuya doble H está tan bien dibujada que se puede recorrer sin errores utilizando la punta de los dedos; me disculpo por la efusividad pero es un conjunto absolutamente brillante.
Antes de pasar a la experiencia de manejo, es importante comentar que no toda la tecnología proviene del grupo PSA, porque algunos avances presentes en esta sexta generación del Corsa, que dicho sea de paso eleva los estándares del segmento B, son obra de Opel. Por ejemplo, el sistema de iluminación IntelliLux LED debuta en este hatchback, estando presente desde antes en los ejemplares Astra e Insignia. Se trata de ocho módulos de ledes que se activan y varían su poder lumínico, basándose en la información que les proporciona una cámara ubicada en el parabrisas: parece más de lo mismo, pero en la práctica este conjunto de iluminación supera lo que hemos visto hasta ahora.
Un Scalextric de tamaño real
A los fanáticos de la serie Game of Thrones la ciudad de Split les resultará conocida, porque en ese hermoso emplazamiento se filmaron varias escenas importantes. Pero más que las locaciones cinematográficas, fueron esas impecables carreteras inmersas en las montañas lo que más nos agradó, un recorrido que nos sirvió para conocer las destrezas del nuevo Corsa, equipado con el motor turbodiésel, y con la absoluta libertad de exigir al máximo esa transmisión mecánica de seis velocidades.
Sobre la balanza, este Corsa se anota 1.165 kilos, dejando atrás su esbelto pasado. Pero obviamente que esta sexta camada incluye una carrocería más grande, muchos más componentes y una materialidad interior que va más allá de lo que casi por norma se ofrece en esta categoría, así que lograr menor peso es imposible; olvidémonos de ese Corsa fabricado con delgadas láminas de metal y cargado de plásticos. Sin embargo, aun sigue siendo liviano para lo que esperamos en el segmento, cortesia de un capó de aluminio y las ventajas de la arquitectura PSA.
El motor es una fábrica de torque, 250 Nm que se manifiestan desde las 1.750 vueltas por minuto y que en el papel no parecen gran cosa, pero en el rigor de la carretera si lo son. Las aceleraciones son lineales aunque no muy progresivas, siendo esto una particularidad a la que el usuario deberá acostumbrarse, más aún si viene de un motor bencinero; el torque va directo al piso, sin mayor preámbulo.
Es por lo anterior que el juego de pies entre embrague y acelerador debe hacerse progresivamente, tomándole el tacto a la maniobra, porque de ese modo las salidas serán mucho más suaves y les evitaremos sobresaltos a los acompañantes. Una vez en marcha notaremos que la aguja del tacómetro se mantiene oscilando entre las 1.500 y 2.500 rpm, lo que da cuenta de una caja muy bien escalonada y cuya calibración cuida de no alejarse del rango útil del motor, es decir sin superar las 3.000 revoluciones, porque de ahí en adelante la potencia adquiere protagonismo y, sin el ánimo de criticar, ese recurso no es el más valioso de esta variante.
La plataforma se siente a gusto en las curvas, es su escenario natural, exigencia que enfrenta de un modo impecable sin que importe mucho la excesiva velocidad; es como conducir uno de esos autitos Scalextric. La dirección gana rigidez a medida que aumentamos la aceleración, pero no podemos pasar por alto que la asistencia eléctrica disminuye el tacto, notoriamente de hecho, un pecado que parece ser la norma general en este tipo de asistencias.
La suspensión trabaja con solidez y nos convence desde el principio, aunque el calibrado es más apto para condiciones ideales de asfalto y no tanto para adoquines u otros terrenos menos amigables. La carrocería mantiene su alineación en las vías zigzagueantes, otro acierto de este modelo, pero no quedamos conformes con el desempeño de los frenos al ser sometidos al rigor del uso desmesurado, sistema que se reciente con la alta temperatura lo que trae como consecuencia que las ayudas electrónicas intervengan de una forma demasiado invasiva.
El arribo del Corsa con motor turbodiésel está confirmado para nuestro país, una buena noticia que en parte reduce la desazón que sentimos al saber que la unidad equipada con el bloque gasolinero de 130 caballos quedó descartada; un golpe bajo para los fanáticos de la deportividad.