La palabra crossover es una de las que domina la conversación automotriz, pues este tipo de autos son los que también dominan el mercado. Sin embargo, hace unos 30 años, prácticamente eran experimentos locos y justamente eso fue lo que hizo Volkswagen con los Golf Country Syncro. Te cuento su historia.
Durante la segunda generación del Volkswagen Golf, los ingenieros de la marca vieron una oportunidad y la posible creación de un nuevo nicho. El de los hatchbacks con capacidades todoterreno. Todo un desarrollo distinto al que conocemos hoy donde más del 90% de los mencionados crossovers o mal llamados SUV, no son capaces más que de pasar por caminos de tierra bien definidos y sin obstáculos.
Los ingenieros de Volkswagen pensaron en expandir el éxito del Golf hasta un nicho de entusiastas de la aventura, y es así que en el Autoshow de Ginebra de 1989 presentaron el concepto del Volkswagen Golf Montana, pero ¿qué era?
Simplemente, se trataba de un Volkswagen Golf de segunda generación que montaba un sistema de tracción en las cuatro ruedas llamado Syncro, que VW llevaba ya algunos años usando y que desarrolló en conjunto con Steyr-Daimler-Puch, un grupo industrial y de manufactura austriaco encargado de fabricar al Mercedes-Benz Clase G, entre otros vehículos militares para distintas naciones. Algo sabían de sistemas de tracción integral.
Además de lo anterior, en Volkswagen pensaron que sería ideal darle una mejor altura libre al suelo, para realmente evitar algunos obstáculos, y es así que el Golf Syncro recibió una suspensión digna de un Jeep, Land Cruiser o Land Rover, dando paso justamente al Golf Montana.
Durante su presentación, este Golf fue muy bien recibido por los asistentes, con cientos de ellos preguntando por las opciones de compra o reserva, por lo que se autorizó casi al instante su producción en serie; aunque claro, con un nombre nuevo: Volkswagen Golf Country.
Mecánicamente usaba un motor atmosférico de 1.8 litros con 97 Hp, además contaba con caja manual de 5 cambios, sin embargo, a pesar de contar el sistema de tracción en las cuatro ruedas, no llevaba una caja reductora. Era capaz de enfrentarse a terrenos complejos y con menor agarre, pero no estaba al nivel de un verdadero 4x4.
A pesar de ello, gracias sus 21 cm de altura libre al suelo podía sortear ciertos obstáculos con mucha mayor facilidad. También el sistema Syncro era capaz de enviar hasta el 48% del par del auto solo al eje trasero, para ayudar en situaciones de bajo agarre; en condiciones normales, el frente recibiría siempre cerca del 90% del poder.
Debido a sus modificaciones y su poder limitado, las cifras que producía este auto no eran nada para emocionarse. Su velocidad punta era de 155 km/h y su 0 a 100 km/h le tomaba unos 12 segundos. Su enfoque estaba en navegar rutas y pasar sus obstáculos en vez de romper récords de tiempo.
A nivel imagen, Volkswagen colocó luces auxiliares, parachoques de jaula, protectores de bajos, llantas de diseño específico, pasos de rueda más anchos y hasta una llanta de refacción montada sobre la tapa de la cajuela para complementar ese look aventurero.
Si bien en el Auto Show la gente quedó impresionada con el auto, la realidad es que al final de todo, no muchos concretaron su compra. De las 15.000 unidades que Volkswagen quería fabricar y vender, terminaron produciendo solo 7.735 unidades. No porque el auto fuera malo, si no por que su costo era un 30% superior al de un Golf tradicional, alejándolo mucho de sus raíces de auto asequible para la gran mayoría de las personas.
Con esta triste realidad, Volkswagen solo lo produjo durante 1990 y 1991. Desde entonces el Golf abandonó la idea de una variante realmente capaz para la aventura. Lo más cercano a algo de ese estilo fue el Volkswagen CrossGolf que en 2016 solo le dio un toque de look aventurero y unos cuantos milímetros más de altura libre al suelo a la variante vagoneta del Golf de séptima generación.