La 19ª edición de Autoclásica, el magnífico evento de autos clásicos que anualmente se realiza en el Hipódromo de San Isidro, en Buenos Aires, reunió en esta ocasión cerca de mil ejemplares de dos y cuatro ruedas. Sólo como contexto, ostenta el honor de ser uno de los cuatro eventos avalados por la Federación Internacional de Vehículos Ancianos (FIVA) para otorgar el “Premio FIVA”, que distingue a los ejemplares mejor conservados del mundo, estando a la altura de las exhibiciones como Pebble Beach y Vila D’Este.
Este año el premio recayó en un espectacular Delage D8 1932 carrozado por Henri Chapron, uno de los autos más elegantes de este fabricante francés de la primera mitad del siglo 20, que se hizo acreedor del “Best of Show”.
Pero ahora no pretendo hablar de exclusividades ni mucho menos de esos automóviles que rara vez salen a la calle, pasando gran parte del tiempo celosamente guardados en bodegas climatizadas o sirviendo de atracción en algún museo.
Les hablaré desde la vereda de enfrente, lejos de las tarimas, desde ese rincón donde habitan creaciones menos ostentosas y cuyas historias no le han servido de inspiración a los redactores de Motobooks.
Cinco modelos me llamaron la atención este año: un Chasqui de 1955, un DKW-Vemag Candango de 1961, un Institec Justicialista Gran Sport de 1954, un Peugeot D4A de 1963 y un Willys Overland Jeepster de 1948. Es un grupo bastante curioso, encabezado por un ejemplar que es único en el mundo y que incluso cuesta hallarlo en los buscadores de internet: el Chasqui.
Un “Bubble Cars” argentino
El Chasqui pertenece a la categoría “Bubble Cars”, esos simpáticos automóviles en forma de burbuja que, en Europa al menos, sirvieron para reactivar las economías de la posguerra. En Alemania fueron muy populares, siendo el Isetta de BMW el más famoso de todos.
Pero éste Chasqui no fue tan popular. Fue creado en Argentina por los hermanos Octavio y Camilo Canal, y era movido por un motor Willier bicilíndrico de dos tiempos y enfriado por aire, el que invertía su giro para poder desplazarse en reversa.
El Munga según Brasil
El siguiente de la lista es el DKW-Vemag Candango, el Munga versión brasileña, del que se presume se construyeron alrededor de 5.600 unidades en la fábrica Vemag de Brasilia.
El Munga original era producido por Auto Union en Ingolstadt. Se ofrecían dos versiones, con tracción simple y doble, variantes que se denominaban Candango 2 y Candango 4, respectivamente. Está claro que en esos años los responsables de marketing invertían poco tiempo en la búsqueda de nombres pegajosos.
En el vano frontal se alojaba un motor de dos tiempos, bloque que cubicaba 900 o 1.000 cc, dependiendo del año y la versión.
Premiado en Nueva York
Aoenas tres años duró en el juego la marca argentina Institec Justicialista, iniciativa que comenzó a gestarse en 1951 para darle buen uso a una fábrica de aviones militares de dicho país.
La historia de este constructor es muy interesante y ahondaré en ella en algún momento, pero por ahora me centraré en el Gran Sport de 1954 que fue exhibido en Autoclásica, un coupé que en sus años mozos se adjudicó el Premio a la Elegancia en el Salón de Nueva York, un logro muy respetable, por cierto.
Al Justicialista Gran Sport lo animaba un motor Porsche de 1.488 cc, totalizando 167 unidades producidas entre 1953 y 1955, de las cuales, diez correspondían a la silueta convertible hardtop con techo desmontable.
“Pan de molde” francés
El Peugeot D4A es el siguiente de este quinteto, un simpático furgón del que se produjeron más de 75 mil unidades entre 1950 y 1965, casi todas ellas destinadas al público francés, razón por la cual es un desconocido en esta parte del mundo. No se fabricó en Argentina, lo que torna aún más valiosa su presencia en Autoclásica.
En Europa a esta tipología se le denominaba Panel Van, años atrás por supuesto, la misma tipificación que recibieron el Citroën Type H y Renault Estafette, aunque el D4A destacaba de sus pares porque fue el ejemplar que técnicamente le dio forma a la categoría de los furgones livianos con tracción delantera. Peugeot le encomendó su fabricación a la marca especializada Chenard-Walcker.
Proyecto fallido
Esta revisión termina con el Willys Overland Jeepster, la unidad de 1948 que despertó la curiosidad de quien escribe y de muchos asistentes a Autoclásica.
Su nombre viene de la combinación de Jeep y Roadster, algo que no requiere mayor comentario, y resulta inexplicable que esta variante no haya sido bien acogida por los compradores estadounidenses, porque me parece un acierto en cuanto a diseño –obra de Brooks Stevens- y rupturista para la época que le tocó vivir.
Se fabricó desde 1948 hasta 1951, e incluso se planeó revivirlo en Brasil, en 1965, proyecto que desafortunadamente no llegó a concretarse.