
Rolls-Royce aprovechó el afamado evento Goddowod Revival para celebrar los 100 años del Phantom, su modelo más emblemático. Y como una forma de celebración, la marca británica llevó al Aerodrome Lawn cinco ejemplares que narran, en metal y elegancia, la evolución de su modelo.
El recorrido inicia con el Phantom I Brougham de Ville “The Phantom of Love”, un automóvil de 1926 convertido en pieza de arte rodante. Tapicería de Aubusson, un techo pintado a mano y detalles franceses del siglo XVIII lo convierten en un monumento al lujo y la extravagancia.
El segundo protagonista es el Phantom II Continental Touring Park Ward, concebido para recorrer largas distancias por las carreteras europeas con un enfoque inusual en peso y aerodinámica. Fue un Rolls pensado tanto para el placer de conducir como para el confort, toda una rareza en su tiempo.
El Phantom III, de 1937, suma la sofisticación técnica de la época y una historia de propietarios que lo llevaron de Londres a Estados Unidos antes de regresar a Reino Unido, donde hoy luce restaurado.
La exclusividad alcanza su punto máximo con el Phantom IV Landaulette: solo se fabricaron 18 unidades entre 1950 y 1956, reservadas para casas reales y jefes de estado. Incluso hoy, la familia real británica lo mantiene en su flota ceremonial.
Finalmente, aparece el Phantom V, encargado por Marks & Spencer en 1963, con carrocería James Young y un aura de sobriedad que ha resistido el paso del tiempo.
Además de esta exhibición estática, cuatro Phantoms sirvieron como course cars en la pista de Goodwood, recordando que este centenario modelo no solo simboliza lujo y artesanía, sino también potencia y dinamismo.
Tras 100 años y ocho generaciones, el Phantom sigue siendo “el mejor auto del mundo”, y Rolls-Royce lo celebra en grande.