No es común que nuestro mercado automotor tarde tres años en recibir un nuevo modelo, y menos aun cuando se trata de un vehículo proveniente de una marca europea. Sería fácil atribuirle este retraso a los problemas político-sociales vividos en Chile y al brote pandémico mundial, pero estos sucesos se registraron después del debut internacional de la quinta generación del Clio, hecho que aconteció en marzo de 2019.
El asunto es que Renault dejó por mucho tiempo de ofrecer el Clio en su catálogo, algo inexplicable considerando que se trata del modelo más vendido de la marca y de un doble ganador del premio Car of the Year. Más de 15 millones de unidades de este hatchback ruedan por las calles del mundo.
Pero bueno, lo importante es que el Clio V ya está entre nosotros, y aprovechando que el lanzamiento consideraba una ruta de manejo de ida y vuelta entre Santiago y el balneario de Zapallar, nos ubicamos en la butaca izquierda para empuñar el volante y entablar una directa conversación con este automóvil… el que, dicho sea de paso, está fabricado en Turquía.
A bordo
Antes de los asuntos sensoriales revisemos la propuesta técnica de este postergado Clio. Se ofrece una sola motorización, un bloque de tres cilindros turbo gasolinero de 1,0 litros que produce 100 Hp a 5.250 rpm y un torque máximo de 160 Nm a un régimen de 2.750 giros por minuto; las unidades con mayor cilindrada quedaron en el olvido… y qué decir de la variante RS, al menos por ahora.
También se optó por una solitaria transmisión, que es una caja mecánica de cinco velocidades. Supuestamente con el paso de los meses se sumará un conjunto automático, algo que está por verse considerando los actuales problemas de componentes y stock que está sufriendo la industria del automóvil. Y de agregarse, claro está, su precio no será precisamente asequible.
Al abordar este hatchback nos recibe un habitáculo de agradable aspecto, bien construido y empapado de jovialidad, aunque no podemos negar que en el ámbito de la funcionalidad no se realizó un buen trabajo. Y es que sus portaobjetos son pocos y prestan un servicio bastante limitado. Ningún teléfono moderno quedará bien apoyado en ese pequeño espacio que está junto a la selectora de velocidades, que es donde están los puertos USB. Este ha sido problema no sólo de Renault, sino de buena parte de los autos de origen francés.
Los polímeros lucen bien, ya lo señalamos, no obstante su aporte a la insonorización es más bien escaso, y en este sentido, es importante recordar que un motor de tres cilindros es ruidoso por naturaleza, sobre todo cuando lo llevamos cerca del límite de revoluciones. Mejorar la acústica se agradecería mucho, pero lo bueno es que los citados plásticos no emiten crujidos ni sonidos molestos. La construcción destaca por su solidez.
En el puesto de conducción es fácil acomodarse correctamente gracias a los ajustes que nos ofrecen la butaca y la columna de dirección, a lo que se suma un generoso dominio visual del entorno hacia todas las direcciones, incluyendo a través de esa pequeña luneta… un asunto que en un principio nos preocupaba. El cockpit calza como un guante, al menos cuando la complexión del piloto es más bien menuda.
El volante se opera sin tropiezos, facilidad que otorga su generoso diámetro y gruesa empuñadura, y además debido a la inmejorable ubicación de los pulsadores instalados en los soportes horizontales, mandos que rara vez presionaremos sin querer hacerlo. Los volantes multifunción llegaron para quedarse, así que es bueno saber que, al menos en este caso, los controles remotos no se interpondrán al momento de maniobrar.
Ya en movimiento notamos que la dirección posee el típico tacto de la asistencia eléctrica, una sensación un tanto diluida, pero a pesar de esa condición, el sistema no queda al debe en cuanto a precisión en el trazado de trayectorias complejas ni en lo referido a feedback; los indicadores de confianza se mantienen intactos a mayor velocidad.
El motor es elástico, bajo cualquier condición de uso y sin que le afecten las pendientes del camino, algo que pudimos comprobar en el tramo que cubre desde el Lago Peñuelas hasta el ingreso a la carretera Las Palmas, en la Región de Valparaíso, exigencia a la que respondió sin problema este pequeño motor turbo de un litro, en quinta marcha y a pesar de ir casi a plena capacidad de pasajeros y equipaje.
En terreno plano el empuje se transforma en velocidad, y en una cuota extra de ruido al pisar el acelerador. El Clio es un hatchback sumamente ágil y fácil de conducir, ya que dispone de un tren motriz muy bien sintonizado, hablando de motor y caja, conjunto este último que permite desplegar todo el poder del impulsor sin que después de la quinta marcha se anhele un sexto desarrollo. En ningún momento se advierten los fenómenos de “turbolag” ni de “enrollamiento”… que es cuando el motor no logra descansar con el último escalón de la caja.
A la suspensión le hace falta una pizca más de rigidez, porque en los virajes cerrados y en las maniobras evasivas el tren trasero tiende a rebotar, oscilación que luego se traslada hacia la proa. Ahora bien, no es que perdamos aplomo o control, nada de eso, sino que simplemente se echa de menos esa actitud deportiva que tenían la primera y segunda generaciones de este modelo, ejemplares que tuve la suerte de probar hace bastantes años atrás, por supuesto.
Y sobre lo anterior, era innegable que en el pasado estos hatchback compactos eran muy entretenidos de conducir, porque pesaban poco, tenían una suspensión firme y sus trenes motrices no eran tan potentes pero se les podía sacar trote; en este rincón nostálgico citamos a los también franceses Peugeot 205 y Citroën AX… qué buenos tiempos eran esos.
En resumen
Volviendo al presente y a modo de resumen, podemos decir que esta quinta generación del Renault Clio es una de las mejores que nos ha entregado este modelo, con cierta pérdida de rebeldía y deportividad, pero siendo muy buena de todas formas.
Sus cualidades son muchas y pocas cosas se le pueden criticar, entre ellas que el pedal del freno está muy arriba y esa falta de horizontalidad con respecto al acelerador genera cierto agotamiento en el tobillo. Lo otro es que el pomo del cambio posee una forma para nada atómica, y tanto sus bordes como sus decoraciones actúan como escofina en la palma de mano, y no ayudan mucho en los caminos donde necesitamos mayor interacción con la caja de velocidades.
Finalizando las impresiones de manejo, comentamos que la inserción de las marchas es bastante suave, en carretera logramos un rendimiento de 20,8 km/h (21,7 km/h anunciado por el fabricante), la esponja de los asientos no es tan mullida y los frenos son muy eficientes, a pesar del tambor trasero.
Un buen auto, un buen Clio.