Para que vean lo lentos que son los procesos de desarrollo de los autos, desde que Henrik Fisker presentó el primer modelo de su nueva marca Fisker, el Ocean, y esta primera toma de contacto que realizamos en la ciudad de Los Angeles con ese mismo auto pero ya de producción, han pasado casi cuatro años.
Es cierto, en medio tuvimos ese hoyo negro en nuestras vidas llamada Covid-19, y que seguramente retrasó los planes del afamado ex diseñador de Aston Martin y BMW, y también creador del Fisker Karma (puedes leer la historia aquí).
Pero tiempo es tiempo, y el Ocean se puso a la venta hace unos meses en Estados Unidos y Europa, buscando ser una alternativa coherente pero disruptiva en el mercado de autos eléctricos.
¿Por qué nos detenemos en un auto que es difícil siquiera que se acerque a Chile? Pues porque actualmente es el auto con la mayor autonomía homologada en cualquier parte del mundo, con 707 kilómetros en ciclo WLTP. Más que Tesla, más que BYD, más que los alemanes, los coreanos o cualquier eléctrico chino. Y eso amerita una prueba.
Fisker Ocean: características
El Ocean es un crossover 100% eléctrico diseñado por el genio de Henrik Fisker, y que se fabrica en Austria en los centros de Magna Steyr, lo que si bien garantiza calidad constructiva, le ha generado no pocos problemas de lógística, al punto que de las 42 mil unidades estimadas para 2024 (primer año completo de producción), se ha bajado a entre 13.000 y 17.000 unidades.
Un mal pronóstico para una marca que pretende impactar el sector con unos precios sumamente atractivos, con un ticket de salida de 34 mil euros en Europa y US$37.500 en Estados Unidos, y que escala hasta los 62 mil euros o 69 mil dólares para la variante Extreme, que es la que promete 707 km de autonomía. Son precios más bajos que cualquier marca no china.
El Fisker Ocean es un SUV/Crossover eléctrico que mide 4.775 mm de largo, 1.995 mm de ancho y tiene 2.921 mm entre ejes. Es semejante a un Tesla Model Y y más grande que Volvo XC40, Nissan Leaf, Hyundai Kona, Kia Niro, Geely Geometry C, MG Marvel R, por nombrar algunos de los que se venden en Chile.
El toque de Fisker está en los detalles estéticos, que hacen deslumbrar a este modelo por sobre tantos otros. Es una especie de hatchback elevado con superficies suaves, carrocería bicolor con un techo solar oscurecido, enormes ruedas de 22 pulgadas (neumáticos Bridgestone 255/45 para todas las versiones), luces de posición laterales traseras que funcionan como señalizadores, o los faros posteriores que son apenas unas líneas. El atractivo es indiscutible a simple vista.
También encanta el llamado "Modo California", que con sólo presionar un botón se bajan todas las ventanas, incluyendo aquellas decorativas entre los pilares C y D, y se abre el techo y la luneta trasera, dejando el Ocean al desnudo.
Para la parte mecánica, Fisker ofrece tres opciones con uno o dos motores, y baterías con distintos alcances. La versión de entrada llamada Sport es tracción delantera con un motor que genera 279 Hp de potencia y entrega 402 km de autonomía máxima. Luego hay una segunda versión con dos motores llamada Ultra, que ofrece tracción en las cuatro ruedas, ofreciendo 551 Hp de potencia y una autonomía de 610 kilómetros.
Finalmente está la variante que manejamos en California, la Extreme, con una batería de 113 kWh de capacidad desarrollada por la china CATL (química NCM), y que envía la energía a dos motores instalados en cada uno de los ejes. Entregan en conjunto 474 Hp y 697 Nm de par máximo, o 572 Hp y 736 Nm de par en modo de refuerzo (que sólo se puede usar 500 veces en toda la vida del auto), lo que permite que este SUV de 2.435 kilos de peso haga el 0 a 100 km/h en menos de cuatro segundos.
Lo más relevante es que fue homologado con 707 km de autonomía máxima en ciclo WLTP, y gracias al sistema de carga rápida de 250 kW de potencia, recupera del 10 al 80% en menos de 35 minutos.
Puertas adentro hay una gran pantalla táctil de 17,1" desde donde se manejan todas las funciones del auto, y ofrece una extraordinaria resolución, con perfecta visualización incluso con el sol pegando sobre ella.
Por debajo está el mando de selección de marcha y unos botones de acceso directo a cinco funciones vitales: subir y bajar la temperatura, la intensidad del aire, el volumen del audio, el cambio de emisora y acceso al menú principal. Y frente al conductor hay un clúster rectangular de 9,8 pulgadas. No es todo.
Hay dos cargadores inalámbricos para teléfonos, head-up display con modo karaoke (muestra las letras de la canciones que suenan en la radio), y un robusto paquete de asistencias a la conducción y funciones de condución autónoma.
En cuanto a la materialidad, el habitáculo se siente raro ya que utiliza muchos elementos reciclados provenientes de botellas plásticas, neumáticos, alfombras y otros polímeros. Está claramente bien construido, adornado por tapices de micro fibra y alcantara, pero no se siente lujoso.
Las plazas traseras son grandes, para dos con holgura y un tercero con buena voluntad. Lo mejor son los gadgets puestos ahí, como mandos de climatización en el apoyabrazos central, o espejos escondidos en los apoyacabezas delanteros.
Fisker Ocean: impresión de manejo
No digamos que pudimos manejarlo tanto, apenas unos 40 kilómetros, por la ciudad de Pasadena, las carreteras aledañas y el camino de montaña del Angeles National Forest. Y simplemente nos deslumbró.
Una vez sentado en el auto, lo primero que hay que hacer es familiarizarse con la pantalla para mover los espejos y el volante, y ajustar la postura del asiento. Definitivamente no me gusta que todo esté en la pantalla, pero hay que acostumbrarse porque todas las marcas van para allá.
Y luego, como ya es la norma en muchos autos eléctricos, no hay botón de encendido, por lo que basta con entrar al auto y activar la D, que está ubidada en una varilla instalada en el volante.
El auto es silencioso y reactivo, no esconde ni su potencia ni su enfoque en ser divertido de manejar, bien apoyado siempre gracias a un centro de gravedad muy bajo.
El Ocean nos ofrece tres modos de conducción: Earth, Fun e Hyper, el último de los cuales permite utilizar el modo boost que es brutal. Las diferencias están en la respuesta al toque de acelerador, en el nivel de recarga del freno regenerativo. pero no se aprecian modificaciones en dirección o suspensión.
En todo caso, se siente rápido gracias al torque instantáneo, va aplomado por la calibración de la suspensión, y se siente directo y comunicativo. No es un deportivo, pero se puede llevar rápido y sacarnos una sonrisa. Pero también es pesado, y las masas, en cierto punto, se desplazan y hacen que el auto luche a muerte por mantenerse alineado al asfalto.
Quizás si lo que menos nos gustó fue la dirección, muy sintética y muy liviana como para ir rápido. Tampoco nos gustó el tacto del pedal de freno, con mucho recorrido antes de que empiece a frenar realmente.
¿Es un buen auto? Sin duda, inspirador, irreverente, distinto. Es la apuesta de Fisker por meter una cuña en el mercado de autos eléctricos, con una prpuesta atractiva y a un precio mucho más accesible.