Si hay una cualidad que distingue a Suzuki a lo largo de su historia es la convicción, un valor que ha definido su propuesta de productos en todas partes del mundo. Modelos pequeños y abordables, simples y funcionales, son la consigna de una marca que, al menos en Chile, se reconoce por su extraordinaria relación precio/ calidad, lo que deriva en la tan buscada confianza, al menos en la marca, ya que al importador lo dejamos en una vereda separada.
La cuarta generación del Jimny fue presentada a nivel mundial en 2018 y lanzada en Chile en el primer semestre del año, respondiendo fielmente a estos conceptos. Se trata de un modelo para puristas y de nicho, sin lugar a duda. Un 4x4 real desarrollado en formato pequeño, capaz de ofrecer con clase y calidad todo aquello que un purista busca de un auto así.
El Jimny tiene una historia realmente rica desde que fuera presentado 40 años atrás con el LJ50, y con esta generación la marca ha vuelto a sus raíces, ofreciendo un diseño retro y muy cool, un espacio interior sobresaliente considerando sus dimensiones exteriores, unas capacidades 4x4 impresionantes, y mucho equipamiento que nunca antes se había visto aquí. Porque tener un 4x4 rudo no significa tener que sacrificar nada. Ni seguridad, ni confort, ni conectividad. Son las demandas globales del mundo moderno.
El Suzuki Jimny se vende en Chile en dos versiones por $11.990.000 y $12.890.000, dependiendo si la caja es manual o automática.
Heredero de su historia
El Jimny 2019 ofrece una estética extraordinariamente funcional y acorde con su propuesta, muy vinculada a sus inicios por allá a fines de los 60.
Primero, por el regreso al diseño de cubo que permite maximizar el espacio interior en un formato por debajo de los cuatro metros de largo. Luego, por los paneles lisos que evitan la acumulación de barro o nieve, con añadidos funcionales como canaletas para sacar el agua del techo, o un parabrisas muy vertical que disminuye los molestos reflejos del sol.
Digamos que es funcional pensando en el 4x4, pero también tiene una estética retro moderna, como si fuera un juguete más que un auto real, con muchos elementos del Samurai de los 80 y del Jimny original de los 70.
Por ejemplo, los faros frontales redondos con el intermitente al lado son del Jimny SJ, lo mismo que la parrilla con barras verticales, herencia del origen, cuando se tomó al Jeep Willys como inspiración. Pero Suzuki le adicionó el empaque plástico oscurecido que le da un aspecto más moderno.
El capó recto con apertura de concha, así como los focos traseros en el parachoques son del Samurai de los 80s, lo mismo que el portalón grande y simple de abrir.
El estilo robusto y cuadriforme propio de un 4x4 de estirpe se completa con un techo plano y de gran tamaño, que además es negro, pasos de rueda plásticos y semi cuadrados, el neumático de repuesto colgado del portalón y los parachoques negros delanteros y traseros negros, consiguiendo esa bitonalidad tan de moda en estos tiempos.
Vale decir que el nuevo Suzuki Jimny mide 3.480 mm de largo (pierde 50 mm respecto del modelo anterior), 1.645 mm de ancho, 1.720 mm de alto y 2.250 mm entre los ejes. Ofrece un despeje de 210 mm. y notables ángulos de ataque (37°), salida (49°) y ventral (28°), características de un 4x4 notable.
Funcional y cómodo
La clave del nuevo Jimny es la forma en que Suzuki trabajó su habitáculo para hacerlo agradable y funcional para todos, sin perder su esencia outdoor.
Si en los modelos anteriores lo espartano extremo terminaba asustando a cualquiera que no buscara específicamente su notable capacidad off-road, esta nueva generación es más amigable para cualquiera y cumple con todo lo que se le pide a un auto del siglo 21.
Se mejoró la posición de los asientos adelante y atrás para que las personas grandes quepan bien, y son más blandos y mullidos que los cojinetes anteriores que eran verdaderamente duros.
Las dos puertas son grandes y abren en tres etapas (31, 51 y 70°) para que siempre sea fácil acceder al interior (cuenta con agarraderas en todas las posiciones). Cuatro ocupantes adultos caben bien, pero un quinto no entra ya que la banqueta trasera va metida entre las ruedas y no deja espacio. Tampoco hay cinturón para un tercer ocupante. Y el maletero es, bueno, simbólico: 85 litros por detrás de los respaldos, que sirven para mochilas y poco más.
La visibilidad hacia adelante es buena ya que se maneja desde una posición alta, pero hacia atrás no se ve mucho ya que la luneta no es grande y la rueda de repuesto interfiere un poco. Para eso cuenta con espejos laterales generosos.
El tablero muestra un diseño totalmente nuevo respecto del viejo Jimny, con un aspecto robusto y, nuevamente, funcional, con un estilo muy ochentero.
Las líneas son horizontales y verticales, muy a tono con el exterior, pero también para que cuando enfrentes desniveles, sepas siempre cuál es tu ángulo de conducción.
Los plásticos y la materialidad siguen siendo muy Suzuki, nada blando, nada lujoso, pero en este caso casi que nos gusta que sea así, duro y resistente. Otra cosa es la calidad de los acabados, y aquí se nota que la evolución de los nuevos modelos de la marca alcanzó también al Jimny. Enhorabuena.
Los marcadores son dos esferas analógicas (otra herencia del Samurai), pero en este caso se añadió un display digital para el computador a bordo. Destaca como nuevo una pantalla multimedia de 7 pulgadas (Blaupunkt) con bluetooth y entradas externas, pero sin conectividad para teléfonos inteligentes, la eterna deuda de Suzuki en todos sus modelos.
La funcionalidad outdoor del Jimny se simboliza en el hecho de que todos los asientos, sin sus cabezales, son abatibles rectos, dejando una superficie totalmente plana que puede ser utilizada como una cama de dos plazas, perfecto para la aventura.
El Jimny se vende en una versión GLX que la marca define como “tope de gama”, Incluye en equipamiento, además de la mencionada pantalla táctil, climatizador electrónico, alzavidrios y espejos eléctricos, volante multifunción forrado en cuero, control crucero, luces LED, neblineros y sensor de luminosidad.
En materia de seguridad se ofrece con seis airbags, anclajes isofix, frenos ABS con EBD, controles de tracción y estabilidad, asistente de partida en pendiente, control de descenso, cámara de retroceso, entre otros.
Una bestia
Para crear este nuevo Suzuki Jimny, la marca aplicó su vieja receta conocida desde hace 40 años: un chasis rígido y robusto, un motor pujante y torqueador, una tracción total y con doble marcha, y bajo peso (1.090 kilos). El resultado es un auto que sorprende por la forma en que se mueve.
Su chasis ha sido completamente rediseñado, pero manteniendo el tradicional esquema de bastidor de largueros y travesaños (tipo escalera), incorporando una X central y nuevos elementos transversales que mejoran la rigidez en un 50%.
Ejes rígidos adelante y atrás, una suspensión con espirales y barras estabilizadoras más gruesas conforman un paquete capaz de pasar por donde sea. A este paquete se le suma una dirección con asistencia eléctrica y ocho nuevos bujes de poliuretano sobre los que se ancla la carrocería al chasis.
Bajo el capó, Suzuki utiliza el nuevo motor K15B, un cuatro cilindros de 1.5 litros que eroga 100 caballos y 130 Nm de par, asociado a una caja manual de 5 o automática de cuatro, ambos con el sistema de tracción AllGrip Pro, que se activa a través de una tradicional palanca al piso, con bloque de diferencial y reductora.
La pregunta que hemos leído en muchos lados es por qué Suzuki no utilizó su motor de un litro turbo, que genera 170 Nm de par, en lugar del 1.5 aspirado. La respuesta es porque no lo necesitaba.
Para paliar cualquier falta de fuerza utiliza una caja manual con desarrollos muy cortos, que funciona muy bien a la hora de meter al Jimny en problemas. De verdad, pocas veces necesitamos más fuerza al iniciar la marcha, y para esos casos utilizamos la reductora que solucionó cualquier problema.
En general, el Suzuki Jimny va sobrado de fuerza en casi cualquier situación de terreno, con una motricidad magnífica y una capacidad de inclinarse que sorprende dada la sensación de mucha altura que genera al piloto.
Al ser tan corta la distancia entre ejes y tener tan buenos ángulos de aproximación, el Jimny se inclina, se mete de punta y se adapta, atacando los desafíos sin miramientos, sorprendiendo la facilidad con que los sortea. Y eso que nuestra unidad de pruebas monta unos sencillos neumáticos All Weather.
En asfalto, el comportamiento es menos espectacular, ya que se muestra como un todoterreno de viejos tiempos, lo que también tiene su encanto. No tiene una estabilidad lineal perfecta como los SUV modernos, no es preciso en los cambios de dirección, no es extremadamente ágil en la autopista, y este motor se siente algo sobregirado a 120 km/h.
Aun así, es razonablemente fácil de manejar, no genera sustos y responde con bastante inmediatez a lo que el conductor le pide. Cuidado, eso sí, con los frenos, ya que hay que pisar el pedal con algo más de decisión que en un modelo parecido. Quizás, porque atrás monta tambores en lugar de discos.
Por supuesto que su tamaño nos ofrece una agilidad a baja velocidad maravillosa. Es fácil de maniobrar, de meter en espacios reducidos y de ganarle el quien vive a cualquiera, y ni hablar de estacionar: quedará sobrado en cualquier lado.
Es ágil en aceleración también, gracias a una caja que empuja el motor con cada uno de los cambios. Una caja que, además, se siente muy conectada al motor para hacernos sentir que no tiene sólo 100 caballos, sino muchos más. La potencia real la sentimos cuando superamos las 3.500 vueltas a 120 km/h y el ruido se mete en la cabina.
Los baches que se encuentran en los malos caminos se siente bien en el Jimny, fáciles de sortear sin estrés, pero en la ciudad molestan un poco porque uno está acostumbrado a niveles de confort superiores en los SUV de hoy en día.
Los ejes rígidos hacen su trabajo, pero su configuración pensado en el 4x4 se nos recuerda con cada rebote que debemos sufrir en el pavimento. Aun así, no es desagradable para manejar, sino todo lo contrario.
Conclusión
El Suzuki Jimny 2020 es uno de aquellos autos de los que uno se enamora fácilmente. Diría que es el único que me costó devolver de todos los que he probado este año. Y es que es muy hermoso por fuera, práctico por dentro, fácil de manejar y sumamente divertido en todo tipo de circunstancias.
Si lo comparamos con sus antecesores, tiene muchos elementos reminiscentes de los Jimny anteriores, pero se conduce mejor, lo que se agradece. Es suave de marcha, se siente aplomado y amortigua lo suficiente para no sentirnos en un tractor. Pero sobre todo es un fantástico 4x4, sumamente ágil y extremadamente capaz.
¿Vale la pena? Sí, sin importar si lo va a usar fuera de ruta. Ya por su estilo cool posmoderno, como por su funcionalidad para el día a día, su buena economía de combustible (9,8 km/litro a pleno uso), y un precio muy atractivo, tenemos un auto para adorar hoy y siempre.
Por favor, vaya por él, no se arrepentirá. Para mí, el lanzamiento de 2019.
Test Drive Suzuki Jimny 2020