Un año para el recuerdo cerró Chevrolet en 2016. Por una parte, perdió el liderato del mercado por primera vez en 40 años, y por el otro, realizó una de las mayores actualizaciones de gama con el lanzamiento de 10 nuevos modelos: el Camaro y Camaro convertible, Silverado, Captiva, Montana, Onix, Prisma, Cobalt, Spin y el nuevo Cruze, tanto con carrocería sedán como hatchback.
Precisamente éste es el auto que nos compete en esta prueba, un modelo que básicamente replica las fortalezas y debilidades de su hermano de tres cuerpos (puedes leer la prueba de manejo aquí), pero en un formato más deportivo o juvenil, como se prefiera.
Al igual que el Cruze sedán, este hatchback pertenece a la segunda generación del modelo y ahora se fabrica en México en lugar de Corea.
Chevrolet lo lanza en dos versiones, con el mismo paquete de acabados, y con la novedad de que ahora sí incluye una variante con caja mecánica.
Versiones |
Precios Lista (Abril 2017) |
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Cruze Hatch LT MT |
$ 14.490.000 |
Cruze Hatch MT AT |
$ 15.490.000 |
Cruze sedán LT AT |
$ 14.990.000 |
Cruze sedán LTZ AT |
$ 16.490.000 |
Características técnicas y mecánicas
Al igual que el Cruze sedán, este modelo se construye sobre la plataforma D2XX desarrollada por Opel, que es un 27% más rígida gracias al uso de aceros de alta resistencia, pero también es 113 kilos más liviana que la de su antecesor.
Mide 4.655 mm de largo, 1.807 mm de ancho, 1.484 mm de alto y tiene 2.700 mm entre ejes. Pese a que visualmente se ve más compacto, el Cruze hatch mide exactamente lo mismo que el sedán.
Donde no son iguales es en el maletero, ya que este modelo ofrece 317 litros de capacidad, casi 150 litros menos que el sedán.
El motor Ecotec de cuatro cilindros, 1.4 litros Turbo de 150 caballos de fuerza y 245 Nm de par se mantiene en este modelo. La novedad es que además de ofertarlo con la caja automática de seis velocidades que conocemos del sedán, habrá también una variante con caja mecánica.
Los cambios en el diseño entre ambos son evidentes al mirarlo por detrás, con un nuevo conjunto óptico, maletero con spoiler y parachoques trasero con difusor y defensas plásticas. No es un formato forzado y en general luce armónico, aunque desde mi punto de vista, luce menos llamativo que el sedán.
Confort y habitabilidad
No cambian las medidas, tampoco la habitabilidad, salvo por lo ya mencionado del maletero.
Al igual que su hermano "familiar", este hatch destaca por la mejora en la calidad percibida, con terminaciones adecuadas al precio y buenos materiales en las zonas de tacto. Aquellos más discretos en las partes bajas de las puertas y consola sigue ahí.
También destaca acá la pantalla táctil de 7” que carga el sistema MyLink de Chevrolet, que para la marca ha sido el gran gancho de sus lanzamientos más recientes. Este sistema es compatible con Apple CarPlay y Android Auto, pero en esta versión no incluye navegador satelital.
Las variantes LT del Cruze Hatchback ofrecen un buen nivel de equipamiento, más cerca del LTZ que del LT en el sedán.
Incluye airbags frontales y laterales, controles de tracción y estabilidad, sensores de estacionamiento con cámara, sensor de lluvia, luces automáticas y neblineros, indicador de presión de neumático, climatizador, sistema keyless con botón de encendido, el MyLink con pantalla de 7" y bluetooth, y control crucero.
Extrañamos las luces diurnas LED del sedán y los airbags de cortina. Tampoco cuenta con el paquete de seguridad del Cruze LTZ (indicador de distancia frontal con alerta de colisión, asistencia para permanencia en carril, sensor de punto ciego y asistencia de estacionamiento automático).
Impresión de manejo
Lo dijimos en la prueba de manejo del sedán y lo repetimos acá: el nuevo motor 1.4 es excepcional, porque si bien tiene un turbolag algo marcado antes de las 1.500 rpm, una vez que se enciende el turbo la aceleración y respuesta son excelentes.
Su mejor faceta se percibe en rangos medios, entre 2.000 y 3.500 rpm, donde hay mucho torque disponible y se siente muy elástico, con una capacidad de recuperación grande.
Y si con la caja automática las transiciones eran suaves y justas, con la caja mecánica se puede jugar mucho más. Por ejemplo, elevar el régimen de marcha, demorar los cambios y hacer rebajes de dos o tres marchas, consiguiendo una performance más deportiva. El tacto de la caja es sobresaliente, sintiéndose muy firme y con recorridos cortos considerando que no es un deportivo.
El consumo estuvo del orden de los 12 km/litro, similar al automático, lo que es obvio considerando que a este hatch lo llevamos más al límite.
La calidad de marcha es excelente también, con un habitáculo muy bien insonorizado y una suspensión que cumple su misión de brindar aplomo y confort, con gran capacidad de aislación. Podríamos pensar que por su enfoque más deportivo se hubieran ajustado los amortiguares para hacerlos más firmes, pero no lo creemos porque al igual que en el sedán, sigue habiendo cierto rolido de carrocería en zonas de curvas, menor, pero existente.
La dirección es muy buena, pero sólo cuando se va en velocidad. Es rápida y directa, y ofrece bastante información al conductor de lo que ocurre bajo las ruedas. En ciudad se sigue sintiendo algo artificial.
Conclusión
Todo lo que dijimos del sedán se mantiene acá: es un auto moderno que subió claramente de categoría, y que se sostiene en dos pilares diferenciadores: dinamismo y equipamiento, que lo ponen en competencia directa con modelos íconos como el Mazda3 Sport, el Volkswagen Golf y el Peugeot 308.
Tiene un diseño atractivo, aunque no encanta; ofrece un habitáculo amplio y agradable, una propuesta de manejo satisfactoria y un nivel de conectividad que ninguno de sus rivales ofrece.
Su precio es alto, como en el sedán, pero la propuesta de valor está ahí. ¿Vale la pena el intento? Sin lugar a dudas.